Anubis

¿Por dónde empezar esta entrada? Son tantas las cosas que un pequeño ser me ha causado y en tan poco tiempo que incluso yo mismo estoy realmente aombrado de todo esto.

Tal vez comenzaré por explicar; por donde vivo hay una cantidad sorprendentemente importante de gatos (o al menos así lo percibo yo). Hace algún tiempo me parecían un tanto molestos, sobre todo cuando entraban a casa a ver qué podían rapiñar ya fuera de la basura o si algún incauto dejaba comida muy expuesta. No obstante, no quiero decir que los odiaba, al contrario, me parecen seres realmente adorables y que bien cuidados son un amor de mascotas y compañeros.

En todos los años que llevaba viviendo no se me habría pasado por la cabeza que una gata fuera a parir a sus cachorros en un patio trasero al que poco vamos. Fue realmente sorprendente llegar y ver a pequeños seres asomando su cabeza de manera muy inocente y curiosa hacia donde nos encontrábamos; estimo que no tenían en ese entonces más de unas semanas de haber llegado a este mundo.

Durante algunos días nos limitamos a ver qué hacían en su día a día, no queríamos que su madre apareciera y nos fuera a atacar por entrometidos (aunque sí llegamos a tener algunos encuentros con ella, no acabaron en desgracia). Posteriormente intentamos tener contacto con ellos pero, lógicamente, no se nos acercaban por nada del mundo. No fue hasta que decidimos comprar croquetas húmedas para mininos que comenzaron a acercarse poco a poco y además motivados por la curiosidad.

Esto no bastó, pues a los pocos días ellos ya estaban partiendo con su madre a otros rumbos y pensaba que no regresarían para nada; no pude estar más equivocado. Dos de ellos volvieron pero el resto no, lo que me extrañó ya que no he vuelto a ver nunca a los demás. Entre esos dos había uno que se distinguía de toda la camada: negro, de ojos profundos, realmente dócil y pelaje tipo angora.

Con el pasar de los días (y muchas croquetas para gato bebé de por medio), fueron tomando más confianza. A diferencia de su hermana, este gato negro era muy sociable y lleno de curiosidad hacia nosotros, lo cual es interesante ya que originalmente era el más bravo de su camada; lo extraño con él es que sus hermanos solían apartarlo, por lo que a veces estaba muy excluido.

Después de eso, me pidieron que los nombrara, con la condición de que para el negro fuese un nombre egipcio. Fue ahí donde se me ocurrió uno: Anubis (aunque yo lo llamaba pequeño Anubis). A su hermana la nombré Garra, desde que era muy huraña y con tendencia a rasguñarnos a todos.

Con un nombre dado, era hora de llevarlos al veterinario; Anubis no podía defecar (supongo que, al estar apartado de todos, su madre no le había enseñado a hacerlo) así que el veterinario le administró medicamentos para él. A Garra no fue necesario hacerle algo, su estado de salud era bastante bueno y tenía una energía muy encendida (muy a menudo ella era quien inducía a Anubis a jugar ya que a él le gustaba la tranquilidad del patio trasero). Era muy entretenido cuidar de él e ir a jugar para pasar la tarde.

Me hubiera encantado tenerlo, lamentablemente, no contábamos con el tiempo ni la disposición para cuidarlo. Un par de semanas después se decidió por darlo en adopción y me tranquiliza saber que fue una veterinaria quien aceptó cuidarlo y quedarse con él pero, admito que me dolió un poco dejarlo ir.

Aún recuerdo el día en el que lo tuve por última vez en mis brazos y aún más sus ojos confundidos al verme partir del consultorio. Solo espero que la vida sea buena con él y que reciba todo el afecto que se merece; hasta pronto, pequeño Anubis.

Anubis